Escritora que emana energía por los cuatro costados, aunque creo ver en ella algunos costados más. Será porque ve en el viento, en sentimientos o acciones, momentos palpables, con colores, olores, figuras, sonidos, sabores, que a los mortales se nos escapan, pues nos limitamos a lo evidente. Ella ve el aire, toca el amor, saborea el color, huele el miedo y oye el rumor de la violencia interna.
Cuando empezó su disertación con alguna de sus vivencias infantiles, situadas en la parte del castillo cercano a nuestra biblioteca, a pesar de que su población natal fue otra, valoraba como capricho su necesidad infantil de aprender a leer antes de tener la edad. Afirmó no ser niña prodigio. Se vio en ese evento autobiográfico a la mujer de hoy, fuerte y válida.
Sin embargo la lectura de algunos retazos de sus poemas, varios cortos, fueron directos al corazón, decían cosas que todos sabíamos, llevadas a la sensibilidad, manejando las entretelas y escalofriando.
La atención estaba a su lado, sentados todos cercanos, casi fundidos en aquellas palabras cargadas de acierto, dando a la poesía esa labor de envuelto preciosista, pero dejando la realidad bien patente. El silencio era un manto que nos cubría y a pesar de él, el frío o el calor, la pasión, la guerra, las pasion
es, los cariños de hijos, la sociedad, era evidente.
Sí, era abrigo en un momento o viento helador en otro. La visión de su alma era perceptible, sacaba de ella todo sentimiento, pasaba a su boca lleno y de paso dejaba al personal con esa sensación de vacío que se queda cuando alguien querido sale de viaje. Pero volverá igual que puede volver a cada uno de nosotros esta escritora.
Es la secuestradora de almas y nosotros tenemos el complejo “síndrome de Estocolmo”, queremos defenderla y además nos unimos a sus delirios de rapto. Para demostrarlo intentaremos encontrar algún ejemplar o quizá tendremos la suerte de que Salcines nos preste uno de los 12 editados.
Señora, me descubro ante usted, además observadora de todo su alrededor. Preguntó a alguien que porque tomaba datos, la persona no contestó pero se que recogía apuntes para poner título a las fotos de la reportera fotográfica.
Al salir a la calle, retomamos la tertulia, entre nosotros se mostró igualmente sencilla y llana. Quizá eso le hacía aún más grande. Es la primera vez que yo participo en la antesala del adiós, será bueno repetir e incluso retardar la llegada al hogar, merece la pena; en la calle se disfruta del aire ilimitado, relajación y libertad, eso que tanto le gusta a Gloria Ruiz.
“Idealista del escrito”.
San Vte. de la Barquera 22 de marzo de 2010
Ángeles Sánchez Gandarillas