Es una lástima que a nadie se le ocurriera incluir la imprudencia en la legendaria lista de los siete pecados capitales; pues a veces basta un gesto imprudente para condenarnos a vivir pegados a un recuerdo.
La joven mujer que un buen día decide dejar su casa en París, viajar a un pueblecito cerca de Burgos y averiguar la identidad de la chica que aparece en una vieja foto de familia, aún no sabe que para revolver el pasdo hacen falta fuerza e ingenio.
La investigación empieza y las palabras fluyen hasta recomponer el perfil de la hermosa desconocida de la foto. Su nombre es Gloria, y su madre fue Dorotea Jensen, una alemana que después de la Guerra Civil dirigió una fábrica en el pueblo y sólo permitió que en ella trabajaran mujeres.
Gloria fue el gran amor de Andrés, el padre de la joven, pero ese idilio hecho de alegría y de acciones temerarias no tuvo un final feliz. ¿Por qué?
Alrededor de esta pregunta bailan los fantasmas de un mundo que ya no existe, y poco a poco vamos descubriendo el carácter de Gloria, su pasión por la vida, su entrega al hombre que adoraba y la generosidad absoluta de un último gesto que salvó a Andrés de una muerte segura.
Han pasado muchos años desde entonces, y el hombre y la mujer que tanto se amaron ya han muerto.
La foto que la joven guarda ahora como un tesoro no es más que un pedazo de papel de trazos desvaidos, pero el recuerdo de aquellos amores imprudentes es una realidad que Gustavo Martín Garzo ha creado con la fuerza y el ingenio de los grandes maestros.