En esta ocasión no voy a esforzarme en buscar las palabras que puedan describir al escritor y poeta que nos ha visitado este mes. Se llama Fernando Abascal y creo que la composición hecha por una de las espectadoras allí presentes nos muestra a la perfección lo que hemos visto y escuchado.
Hemos tenido de nuevo en el salón
un escritor muy formado,
muy tranquilo, reposado, interesante, educado,
culto, erudito, ilustrado.
Profesor en ratos libres pero se reconoce disperso
en minutos de escritos,
nos enseña nueva moda de poetas sin pena,
ni hambre, ni amores en desastre.
Las medidas son ya otras, no es rima, aletea
vive, muestra en realidad,
Pero amigos tiene voz, ritmo, alegría y color.
Habla de los miedos
de los lloros, de trabajos, de madejas y ovillos,
de escamas y ahogos,
uñas largas y curvadas, brillantes, cazadoras
y sucesos cruentos en comedores lentos,
obreros, viejos,
tramos y paseos de imágenes en espejos.
Estos devuelven la verdad,
tu verdad, eso que se ve en cada escrito, en ficción
en ajena y alma propia.
Mujeres que ven el vacío en la calle, es tan grande
como el de su ánimo y de nuevo
cierran su persiana.
Piensa lo que ellos pueden cavilar, lo coloca
en ese momento de magia,
queda impreso y los leyentes lo atrapan en su vuelo
tan adornado, atractivo.
Seguiremos siendo aprendices con los libros,
definiendo al poeta.
Es escritor, literato, vate y cantor de franquezas.
Es real, come, trabaja y siente.
Poeta original pero poeta, con adorno espiritual
que se ha de “mirar” en trocitos
con toda la atención, en fases, en inspiración,
en igual a sus momentos de musas.
Musas o arrebatos del detalle observado cerca,
al lado, con nosotros, innegable.
Todo en medida de evitar empacho, es más divertido
quedando con gana del repaso,
teme ser influido por lo que hay abierto ante sus ojos,
inevitable, pasará siempre.
Somos esponjas con todo y él más con el ensayo,
él dice que los niños solo son eso niños, no viejos,
pero los viejos pueden ser perfectos niños.
Esta ha sido una clase de profesor a todos los niveles,
estaba el aula callada,
llena de respiración y vida, con hambre de versos,
luces, mesas, sillas, papeles, pensamientos,
miradas, dudas incontestadas, prisas encerradas, amigas,
lectores, “escribidores”, osados,
cobardes, fríos y calores, corazones palpitantes, ventanales,
lápices saltarines por cuartillas inmaculadas que,
escandalizan con su rasgueo,
atención, extrañeza, conocimientos y poetas.
Sí, es al final él, Poeta.
un escritor muy formado,
muy tranquilo, reposado, interesante, educado,
culto, erudito, ilustrado.
Profesor en ratos libres pero se reconoce disperso
en minutos de escritos,
nos enseña nueva moda de poetas sin pena,
ni hambre, ni amores en desastre.
Las medidas son ya otras, no es rima, aletea
vive, muestra en realidad,
Pero amigos tiene voz, ritmo, alegría y color.
Habla de los miedos
de los lloros, de trabajos, de madejas y ovillos,
de escamas y ahogos,
uñas largas y curvadas, brillantes, cazadoras
y sucesos cruentos en comedores lentos,
obreros, viejos,
tramos y paseos de imágenes en espejos.
Estos devuelven la verdad,
tu verdad, eso que se ve en cada escrito, en ficción
en ajena y alma propia.
Mujeres que ven el vacío en la calle, es tan grande
como el de su ánimo y de nuevo
cierran su persiana.
Piensa lo que ellos pueden cavilar, lo coloca
en ese momento de magia,
queda impreso y los leyentes lo atrapan en su vuelo
tan adornado, atractivo.
Seguiremos siendo aprendices con los libros,
definiendo al poeta.
Es escritor, literato, vate y cantor de franquezas.
Es real, come, trabaja y siente.
Poeta original pero poeta, con adorno espiritual
que se ha de “mirar” en trocitos
con toda la atención, en fases, en inspiración,
en igual a sus momentos de musas.
Musas o arrebatos del detalle observado cerca,
al lado, con nosotros, innegable.
Todo en medida de evitar empacho, es más divertido
quedando con gana del repaso,
teme ser influido por lo que hay abierto ante sus ojos,
inevitable, pasará siempre.
Somos esponjas con todo y él más con el ensayo,
él dice que los niños solo son eso niños, no viejos,
pero los viejos pueden ser perfectos niños.
Esta ha sido una clase de profesor a todos los niveles,
estaba el aula callada,
llena de respiración y vida, con hambre de versos,
luces, mesas, sillas, papeles, pensamientos,
miradas, dudas incontestadas, prisas encerradas, amigas,
lectores, “escribidores”, osados,
cobardes, fríos y calores, corazones palpitantes, ventanales,
lápices saltarines por cuartillas inmaculadas que,
escandalizan con su rasgueo,
atención, extrañeza, conocimientos y poetas.
Sí, es al final él, Poeta.
San Vte. de la Barquera 21 de Diciembre de2009
Ángeles Sánchez Gandarillas