Me gusta leer, pero no leo mucho. Y no leo mucho porque me gustan también otras cosas. Me gusta pintar y escribir; y desde que me jubilé, me gusta cultivar mi huerto y mi jardín. Esto último debe ser gusto de viejos; al menos nunca lo hice con tanto amor a las plantas como lo hago ahora cuando ya estoy cargado de años. Y como me gusta hacer todas estas cosas, he de repartir entre ellas todas mis horas de actividad, por lo que no me queda mucho tiempo para leer. Pero nunca, jamás, me paré a pensar lo que la lectura significa para mí. Gracias a María, nuestra moderadora del “Club de Lectores”, que nos lo ha cuestionado, me pongo a pensar un poco en ello.
Creo que la lectura nos ayuda a evadirnos un poco de la rutina cotidiana. Hace que por un momento nos olvidemos del cabrón que nos hizo aquella putada. Nos olvidemos de la declaración de la renta, de lo que suben los precios de las cosas, de las facturas pendientes de pago, de lo que nos dicen Zapatero y Rajoy que nos van a dar para que los votemos, y que luego en vez de darnos nos lo quitan con tanto impuesto. Del arreglo que debo hacer al coche y del fontanero que tiene que venir a casa para reparar un grifo que pierde. De que por la noche tengo que sacar la basura, y no equivocarme de contenedor del reciclado.
La lectura me permite viajar sin salir de casa. Mediante ella, tan pronto me abro camino entre la espesura de una selva tropical en Brasil, como atravieso en trineo la estepa del norte de Rusia. Lo mismo cruzo el Sahara en la giba de un camello, que veo lanzar el bumerang a los aborígenes de Australia. Conozco países y costumbres; mares, ríos, montañas, valles y ciudades…
Creo que empecé a leer cuando de muy niño nos llevaban a Róiz para enseñarnos a desfilar con un fusil de madera al hombro, y nos regalaban una revista infantil llamada “Flechas y Pelayos”.
Después vinieron las historietas de “Roberto Alcázar y Pedrín”, más tarde “El Guerrero del Antifaz”. Con Emilio Salgari conocí Malasia y el Caribe y soñé con vivir mil aventuras al lado de Sandokán. Rafael Sabatini me enseñó a manejar la espada como el Capitán Blood, Scaramouche o el Cisne Negro.Más tarde leí cosas de Julio Verne, el rey de la ciencia-ficción, que andando los años comprobamos que tenía más de ciencia que de ficción,-“De la Tierra a la Luna”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”…
La lectura me ha enseñado que hay entre los humanos distintos puntos de vista para mirar la misma cosa. Que la verdad no es siempre “mi” verdad. Que hay que pensárselo muy bien antes de decirle a otro que está equivocado. Que Campoamor ya rimó en su día aquello de que “en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira. Todo se ve del color, del cristal con que se mira”…. Y sin embargo, cuantas veces discutimos defendiendo una verdad que es muy relativa, porque nos aferramos a un solo punto de mira. Si con prudencia observáramos la misma verdad desde otro ángulo, quien sabe si nuestra opinión fuera distinta.
Con el hábito de leer aprendes no ya sólo a gozar de lo que te dicen, sino de cómo te lo dicen. Y cuando te lo dicen bien dicho, casi no te importa ya lo que te digan, sigues leyendo y leyendo porque es un placer empaparte de cómo te lo están diciendo.
Jesús Gonzalez González .
26/12/08 4:13 PM
Creo que la lectura nos ayuda a evadirnos un poco de la rutina cotidiana. Hace que por un momento nos olvidemos del cabrón que nos hizo aquella putada. Nos olvidemos de la declaración de la renta, de lo que suben los precios de las cosas, de las facturas pendientes de pago, de lo que nos dicen Zapatero y Rajoy que nos van a dar para que los votemos, y que luego en vez de darnos nos lo quitan con tanto impuesto. Del arreglo que debo hacer al coche y del fontanero que tiene que venir a casa para reparar un grifo que pierde. De que por la noche tengo que sacar la basura, y no equivocarme de contenedor del reciclado.
La lectura me permite viajar sin salir de casa. Mediante ella, tan pronto me abro camino entre la espesura de una selva tropical en Brasil, como atravieso en trineo la estepa del norte de Rusia. Lo mismo cruzo el Sahara en la giba de un camello, que veo lanzar el bumerang a los aborígenes de Australia. Conozco países y costumbres; mares, ríos, montañas, valles y ciudades…
Creo que empecé a leer cuando de muy niño nos llevaban a Róiz para enseñarnos a desfilar con un fusil de madera al hombro, y nos regalaban una revista infantil llamada “Flechas y Pelayos”.
Después vinieron las historietas de “Roberto Alcázar y Pedrín”, más tarde “El Guerrero del Antifaz”. Con Emilio Salgari conocí Malasia y el Caribe y soñé con vivir mil aventuras al lado de Sandokán. Rafael Sabatini me enseñó a manejar la espada como el Capitán Blood, Scaramouche o el Cisne Negro.Más tarde leí cosas de Julio Verne, el rey de la ciencia-ficción, que andando los años comprobamos que tenía más de ciencia que de ficción,-“De la Tierra a la Luna”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”…
La lectura me ha enseñado que hay entre los humanos distintos puntos de vista para mirar la misma cosa. Que la verdad no es siempre “mi” verdad. Que hay que pensárselo muy bien antes de decirle a otro que está equivocado. Que Campoamor ya rimó en su día aquello de que “en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira. Todo se ve del color, del cristal con que se mira”…. Y sin embargo, cuantas veces discutimos defendiendo una verdad que es muy relativa, porque nos aferramos a un solo punto de mira. Si con prudencia observáramos la misma verdad desde otro ángulo, quien sabe si nuestra opinión fuera distinta.
Con el hábito de leer aprendes no ya sólo a gozar de lo que te dicen, sino de cómo te lo dicen. Y cuando te lo dicen bien dicho, casi no te importa ya lo que te digan, sigues leyendo y leyendo porque es un placer empaparte de cómo te lo están diciendo.
Jesús Gonzalez González .
26/12/08 4:13 PM
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