El incansable Luis Salcines nos presenta a otro escritor, amigo suyo como todos los que nos visitan en nuestros Encuentros Literarios.
Inicia la lectura de sus versos y nos sorprende con una voz clara y potente, con la fuerza de quien cree en lo que dice y de paso asegurándose de que nadie en el recinto se pierda ni un solo matiz de lo escrito.
La transformación de su voz es brutal. Acabada la primera de sus lecturas su voz vuelve de nuevo a un tono mucho más suave e íntimo para seguir compartiendo con todos nosotros lo que considera que es un soneto. Nos lo describe con una sola frase: "Un soneto es un monumento a un momento"
Ahí queda eso.
Continúa con sus trabajos y en la siguiente pausa entre lectura y lectura nos relata sus ¿dudas de identidad?. Creo que habla metafóricamente cuando dice no mirarse al espejo y se muestra crítico con el excesivo egocentrismo existente en las personas. En este punto no me ha quedado muy claro si se refiere al mundo en general, o a los escritores en particular. Encuentra desmesurado el "yo hice....", "yo dije...", "yo .....", "yo......"
Deja en el aire una propuesta para la creación de los "Premios YO".
Según avanza el acto nos va introduciendo en los trabajos relacionados con su Liébana natal, con referencias a su infancia al lado del abuelo lebaniego excelente orujero, según él, el mejor de la época. Marcada huella ha dejado en Antonio el modo de destilar lento, gota a gota, que practicaba su abuelo. Nos aclara que el nombre de orujo viene dado desde hace pocos años. Él recuerda que cuando era niño, sus mayores siempre lo llamaban aguardiente. En su memoria perduran las invitaciones que se hacían entre los vecinos a un aguardiente para paliar las bajas temperaturas o, simplemente para animar un rato de tertulia.
Las vivencias en Campollo han quedado fuertemente grabadas en su memoria a tenor de las numerosas referencias hechas a este pueblo. Incluso nos hace ver la símilitud entre la escritura y la destilación. Para él las palabras van salpicando la temida hoja en blanco con la misma cadencia con que de la alquitara de su abuelo gotea el concentrado aguardiente lebaniego.
Durante su intervención se detiene en varias ocasiones. Mira al público que le escucha embelesado y pregunta:
-¿Ya? ¿Paro ya?
Pero no, queremos más. Y sin hacerse de rogar continúa con sus amenas lecturas y clarificadores comentarios.
Con pequeños y simpáticos trazos nos va describiendo como transcurre su vida en el presente y cómo ha sido en el pasado. Me ha parecido un gran comunicador. En tan sólo una hora escuchándole tengo la impresión de que nos ha contado toda su vida.
Ahora con el tiempo libre que la jubilación en el campo de la enseñanza le proporciona, disfruta cada día de las pequeñas grandes cosas que la vida pone en su camino. Con sencillez es capaz de describirnos la musicalidad del Mar Cantábrico en un punto concreto de las playas del Sardinero, o cómo es una cola humana ante la oficina del paro.